• Estudio arqueológico señala que los fenómenos climáticos que disminuían los recursos marinos no impedían que las comunidades mantuvieran su forma de vida cercana a la costa, demostrando una fuerte resiliencia ante los embates de la naturaleza

El Niño y La Niña son parte de un fenómeno climático que tiene como una de sus consecuencias el aumento o la disminución de los recursos marinos del Océano Pacífico. Esta anomalía no sólo se presenta en la actualidad, sino que también lo hizo en períodos prehistóricos, generando impactos en los antiguos pueblos que habitaron el borde costero de lo que hoy conocemos como el norte de Chile.
Investigadores del proyecto CONICYT/Anillo Escallonia y de Australia decidieron averiguar cómo este fenómeno afectó a tales poblaciones, principalmente, en sus hábitos alimenticios. Para ello, analizaron restos de conchales hallados en Caleta Vitor, comuna de Arica, y los compararon con las variaciones climáticas que se dieron en un rango de 9.500 años, desde el Holoceno temprano hasta la época del imperio Inca.
Los resultados se plasmaron en el artículo llamado “¿Loco or no loco? Holocene climatic fluctuations, human demography and community base management of coastal resources in northern Chile”, a publicarse próximamente en la revista Frontiers in Earth Science.
En relación a los conchales estudiados, los especialistas determinaron que las antiguas comunidades tenían una preferencia por el consumo de lapas, locos, chitones, erizos y tres especies de choritos. Al comparar estas preferencias dietarias con las fluctuaciones climáticas que causaron disminución o abundancia de estos recursos a través del tiempo, notaron que las poblaciones tendían a diversificar su consumo y capturaban otras especies, además de aumentar su consumo de peces. Esto se evidenció con un aumento en la diversidad de restos encontrados en los conchales, cuya datación calzaba con las fechas en que habrían ocurrido estas variaciones naturales. Esto quiere decir que las comunidades, al no contar con los recursos marinos que consumían habitualmente debido a esos períodos, se veían en la necesidad de alimentarse de otros para poder subsistir.
El académico UC, Claudio Latorre, señaló que “existió un comportamiento flexible que tiene relación con la resiliencia de las comunidades y que, al mismo tiempo, es una decisión tomada en conjunto por éstas”. El paleoecólogo agregó que “lo encontrado en Caleta Vitor es una oportunidad única, pues nos permite tener una idea de cómo se comportaron los cazadores de la zona a lo largo de todo ese tiempo”.
Calogero Santoro, director de Escallonia, comentó que “hasta hoy no existe certeza de qué grupos humanos fueron los que vivieron en Caleta Vitor. Se sabe, sin embargo, que se mantuvieron allí por muchos años, pues hay una continua presencia humana en la zona”. Esto pese a las variaciones climáticas, las que no impidieron que estas comunidades mantuvieran sus patrones culturales y su forma de vida cercana a la costa.