• Algunas especies del famoso árbol del norte de nuestro país habrían sido introducidas por humanos, desde la Región Chaqueña, hace unos 4.000 años.

El algarrobo es uno de los árboles más reconocidos de nuestro país. Culturalmente, es considerado de importancia para las comunidades que conviven con él y es fácilmente identificable en el paisaje.

Actualmente, distintas variedades de esta especie están catalogadas como nativas de Chile, lo que significa que están presentes de manera natural y sin intervención humana. Pero esta concepción podría cambiar debido a un estudio publicado recientemente en la revista científica PLOS One.

Tras una investigación que abarcó literatura y análisis radiocarbónicos de restos preservados de algarrobo presentes en sitios arqueológicos, con paleoflora y paleomadrigueras de roedores del Desierto de Atacama, científicos de las universidades Católica, de Tarapacá, de Concepción y de Magallanes, determinaron que algunas de sus especies habrían sido introducidas hace unos 4.000 años, no encontrándose pruebas de su presencia antes de esta fecha.

Algarrobo 2El estudio se enfocó en los algarrobos de la sección Algarobia, que incluye aquellas especies con alto valor alimenticio como Prosopis alba Prosopis flexuosa. Los análisis de laboratorio determinaron que su aparición en la zona fue contemporánea con el llamado Período Formativo -época en que los humanos del desierto pasaron de ser cazadores nómades a agricultores- y con la introducción de cultivos como la quínoa, el maíz, la mandioca y las papas, llevada a cabo por pueblos del pasado, como los caravaneros. Esto, a diferencia de los algarrobos de la sección Strombocarpa, como el Prosopis tamarugo, que son endémicos del área con más de 14.000 años de antigüedad.

Virginia McRostie, académica de la Pontificia Universidad Católica de Chile y líder del estudio, explicó que “siempre se había sugerido y planteado la posibilidad de que la presencia de algunas especies de algarrobo se haya debido a la movilidad de los pueblos en tiempos tempranos, pero ahora esto se puede afirmar con evidencia dura, lo que significaría que las especies estudiadas no serían nativas de nuestro país, sino que introducidas”.

Variados autores habían señalado con anterioridad que el algarrobo habría llegado desde Argentina u otra área trasandina, específicamente de la región del Chaco, lo que este estudio confirma. “Al ser originario de esa zona, es muy difícil que esta especie cruzara toda esa masa de tierra sin ayuda del hombre, porque los mamíferos y aves no podrían haber transportado esas semillas sin defecar antes. Por tanto, es el hombre el que podría haberlo conseguido, lo que se da justo en un tiempo donde existió un gran intercambio de productos y una transformación en los modos de vida pre-hispánicos”, señaló McRostie.

Importante para el humano

Algunas veces, las especies introducidas pueden ocasionar impactos negativos en los ecosistemas que invaden, pero en el caso del algarrobo eso aún es materia a investigar. “Desde mi punto de vista, se requieren estudios para comprender su impacto en el ecosistema. Pero para el hombre de esa época fue bueno, pues le permitió desarrollar otra economía en el desierto, contando con recursos leñosos, carbón, madera para construir herramientas, sombra y frutos que, probablemente, fueron más importantes que el maíz durante el Formativo”, explicó la arqueóloga.

Los investigadores de este estudio interdisciplinario -que incluyó a arqueólogos, biólogos y paleoecólogos- señalaron que las diversas evidencias encontradas permiten replantear la historia cultural y natural del Desierto de Atacama, cuestionando la visión estática que se tiene frente a lo “nativo”, y visibilizando prácticas y manejo de recursos que fueron de suma relevancia en la historia americana.

McRostie señala que al no encontrarse en la zona de manera natural y al ser traído por los humanos, hay que repensar el pasado y el presente, “en el sentido de ver cómo vivía el humano antes de la llegada del algarrobo, pues las sociedades del desierto cambiaron su forma de vida a través de este árbol que hoy está prácticamente abandonado. Se podría aprender de estas prácticas del pasado para que, en el presente, el algarrobo y otras especies sean una alternativa de desarrollo para las comunidades de hoy, así como lo fueron para las de ayer”, concluyó.